En ocasiones creemos que todo lo hacemos bien, que no nos estamos equivocando, hasta llegamos a pensar que lo que las demás personas piensen no es relevante para determinar nuestros actos. Justo cuando creemos que todo nos está saliendo bien, que tenemos el mejor día de nuestras vida, llega la pared, te estrellas, te caes y empiezas a llorar desconsoladamente, te preguntas millones de veces porque la vida no te coloca un colchón en vez de una fría pared, sería así más fácil aprender? En estos momentos pongo en duda los métodos que utilizamos para llegar al conocimiento, ya no estoy segura si el empirismo ayuda, duele demasiado, sin embargo nos deja tan marcados que los errores no los cometemos dos veces. Gracias a las personas que tengo al rededor me detengo justo a un paso de la pared, aunque de a ratos quisiera estrellarme para sentirlo, para recordarlo, las cicatrices son eso, huellas de aquellos recuerdos sean gratos o no. Pero que se espera de alguien que toda la vida han detenido para aguantar el golpe, que no dejan que lo intente por miedo al raspón, es ahí donde entiendo la dificultad de ser hijo único. Una persona no es capaz de asimilar tanta atención se hunde en si misma, en los pensamientos.
Sigo sembrando, sigo esperando y sigo desesperándome, en soledad? Aun no lo se, pero desesperada si estoy.
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