En ocasiones creemos que todo lo hacemos bien, que no nos estamos equivocando, hasta llegamos a pensar que lo que las demás personas piensen no es relevante para determinar nuestros actos. Justo cuando creemos que todo nos está saliendo bien, que tenemos el mejor día de nuestras vida, llega la pared, te estrellas, te caes y empiezas a llorar desconsoladamente, te preguntas millones de veces porque la vida no te coloca un colchón en vez de una fría pared, sería así más fácil aprender? En estos momentos pongo en duda los métodos que utilizamos para llegar al conocimiento, ya no estoy segura si el empirismo ayuda, duele demasiado, sin embargo nos deja tan marcados que los errores no los cometemos dos veces. Gracias a las personas que tengo al rededor me detengo justo a un paso de la pared, aunque de a ratos quisiera estrellarme para sentirlo, para recordarlo, las cicatrices son eso, huellas de aquellos recuerdos sean gratos o no. Pero que se espera de alguien que toda la vida han detenido para aguantar el golpe, que no dejan que lo intente por miedo al raspón, es ahí donde entiendo la dificultad de ser hijo único. Una persona no es capaz de asimilar tanta atención se hunde en si misma, en los pensamientos. Sigo sembrando, sigo esperando y sigo desesperándome, en soledad? Aun no lo se, pero desesperada si estoy.
En estos últimos días me he dado cuenta que no tengo ni idea del amor, lo más cercano que lo he sentido es de mis padres. Me acoge la duda de saber si realmente estoy haciendo las cosas bien, si las circunstancias han cambiado tanto mi personalidad hasta el punto de apartarme de aquellas oportunidades. Es difícil saber si una persona es la indicada ya lo hemos hablado, sin embargo vamos creciendo y cada vez nos resulta una tarea tan complicada que decidimos dejar todo en manos de la mano poderosa de Dios, esperando esperando esperando.. sin saber que esperas, viendo la televisión, leyendo historias, que solo te alejan más de la realidad, que pintan un mundo paralelo bastante utópico, es ahí donde necesitamos aterrizar y tocar fondo, cuestión difícil. El amor llega, te haces el ciego, das media vuelta y te quejas de tu soledad, es la rutina preferida. Hay que darnos la oportunidad de aceptar personas, pero también hay que levantarse, sacudirse el polvo, ir y buscar, dice la biblia que el que busca encontrará, entonces no esperemos que la pereza nos traiga algo bueno. Estoy decidida a enfrentar la vida, a dar segundas y terceras oportunidades, a perdonar al amor por la forma como me ha tratado a lo largo de mi vida, solo así encontraré mi primer amor.
En ocasiones creemos que todo lo hacemos bien, que no nos estamos equivocando, hasta llegamos a pensar que lo que las demás personas piensen no es relevante para determinar nuestros actos. Justo cuando creemos que todo nos está saliendo bien, que tenemos el mejor día de nuestras vida, llega la pared, te estrellas, te caes y empiezas a llorar desconsoladamente, te preguntas millones de veces porque la vida no te coloca un colchón en vez de una fría pared, sería así más fácil aprender? En estos momentos pongo en duda los métodos que utilizamos para llegar al conocimiento, ya no estoy segura si el empirismo ayuda, duele demasiado, sin embargo nos deja tan marcados que los errores no los cometemos dos veces. Gracias a las personas que tengo al rededor me detengo justo a un paso de la pared, aunque de a ratos quisiera estrellarme para sentirlo, para recordarlo, las cicatrices son eso, huellas de aquellos recuerdos sean gratos o no. Pero que se espera de alguien que toda la vida han detenido para aguantar el golpe, que no dejan que lo intente por miedo al raspón, es ahí donde entiendo la dificultad de ser hijo único. Una persona no es capaz de asimilar tanta atención se hunde en si misma, en los pensamientos.
